Capítulo 1, parte 1
Él sabía con suficiencia que ella lo perdonaría. Ella
tenía que entender por qué hizo lo que hizo, aunque no fue de su agrado. Ver su
rostro triste lo desarmó, pero tenía que hacerlo, de eso dependía su respeto
ante sus amigos.
—La escuela puede ser cruel—
repitió mientras caminaba a su casa por la parte de atrás, donde había una
puerta de vidrio que se abría de par en par, siempre abierta para que él
pudiese entrar, como las otras veces que lo hizo para verla y jurarle amor. Confiado,
subió el muro que lo conduciría a esa puerta, y giró el pomo, pero algo lo
detuvo.
Ella le había pasado el seguro, y
estaba acostada. Ya de noche, se había dormido temprano, luego de tanto llorar.
Como no quiso hacer ruido, volvió a girar el pomo, sin éxito para poder entrar.
Posó una de sus manos en el cristal, como queriendo llamarla con las yemas de
sus dedos, pero ella seguía ahí, respirando de forma pausada. Al lado, tenía
una mesa de noche con la que veía había una taza y una bolsita de té. Al lado
derecho, estaba ubicado su escritorio con su laptop y un libro que ella
adoraba, lo sabía porque hablaba de él todo el tiempo.
Él sonrió al recordar ese brillo
en sus ojos cuando le habló de él por primera vez, brillo que apagó de golpe
cuando en la escuela la llamaron cara de bagre y rió sin parar. Justamente llevaba
ese libro en sus manos, junto con otros de la escuela, y su cabeza gacha, pero
esta vez era distinto, porque la noche anterior, él le había dicho que era la
chica más hermosa y que la quería, en secreto, en aquella habitación cada noche
desde que vio en ella algo más que su apariencia.
Ella no tuvo el valor para
reclamar, ¿total? Nadie le creería que se veían a escondidas de todos y que él
le susurraba en su oído lo afortunado que era al hablarle, así fuese por unas
pocas horas. Ella volteó su mirada hacia donde estaba ella, y ya no se reía con
tanto entusiasmo.
—Oye —dijo el mejor
amigo del chico que acababa de romper su corazón—, haznos un favor y
págate una cirugía, ¿quieres? —sacó un fajo de billetes y se los lanzó
al rostro, provocando más risas en el resto del grupo, y él no se quedó atrás,
quizás con algo de culpa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario