martes, 6 de diciembre de 2016

Un amor no verdadero



Capítulo 2 parte 3
— ¿Qué sucede? —Preguntó la debilucha— ¿qué no tienen algo mejor que hacer? —y se abrió paso entre la gente. El muchacho la siguió y la agarró del brazo con fuerza para que no escapara; fue inútil cada intento de la chica para zafarse, él estaba dispuesto a no dejarla ir. Se sintió derrotada de algún modo y lloró en su pecho.
—Has sido una chica fuerte —dijo acariciando su cabello—, y yo he sido un completo idiota contigo.
—Suéltame —respondió con firmeza—, necesito estar sola.
—Yo no quiero dejarte.
— ¡Suficiente! —Con ímpetu logró alejarse de él— No me sigas, no me mires, olvídate de mí.
Caminó pocos pasos, y él borraba sus pasos con sus zapatos. Ella se detuvo, cansada de la insistencia del muchacho, y él aprovechaba para acercarse.
Llegando a su casa, sabía ella que no podría detenerlo en cuanto abriera la puerta, así que lo dejó pasar.
—Bonita casa —confesó apenado, ya que solo se había dedicado a ver su habitación.
—Vete —respondió— vete ya.
—Por favor —sus ojos mostraban tristeza genuina, y ella no estaba segura de poder soportarlo— sé que podemos resolverlo de alguna forma.
—No, no hay forma de resolverlo.
—Yo te amo.
— ¿En serio? 
—Sí —respondió con esperanza en su voz.
—Entonces déjame sola, vete, ignórame como antes, por favor —enjugó sus lágrimas en el dorso de su mano, y en el aire se esfumó toda ilusión de estar juntos de nuevo. —De todas formas no lo haré, porque no te quiero abandonar, aunque no esté presente.
—Ya me abandonaste, cuando esperanzada esperé que dijeras algo, pero te quedaste callado, y solo te reías de sus burlas hacia mí.
—Sabes que no pienso igual que ellos.
—Pero actúas así, y eso duele, por eso no puedo creerte.
Subió a su habitación, y se volteó para asegurarse de que no estuviese allí, y no estaba. Se fue al baño con la intención de ducharse, y mientras se quitaba el uniforme, sentía la respiración ligera y pausada detrás de ella. Ella estaba inmóvil, esperando una reacción de él por ver su espalda desnuda. Él sonrió de lado, quitando el cabello de sus hombros, y los besó suavemente. Tocaba sus brazos al mismo tiempo, y, un rato después, sacó la caja rosa de su bolsillo.

—Eres hermosa—tomó el collar, y se lo colocó de nuevo.
En una especie de trance, ella se imaginaba besándolo y perdonándolo, pero su dignidad pudo más, así que tomó su toalla, y se metió en la ducha, ignorándolo.
Él salió y vio esa habitación que tanto añoraba, donde estaba todo tal cual como recordaba, incluso la foto que tenía en la mesita de noche con su mamá. La tomó para verla de cerca, y le dio gracia ver que eran muy parecidas, y que ella era realmente muy bonita; sus ojos marrones resaltaban con un brillo especial, y su cabello castaño tenía unos rizos simpáticos.
Agarró el marco con firmeza y no dejaba de mirarla, sorprendiendo a la muchacha, quien tenía su piel húmeda.
—Deja esa foto en su sitio.
Él se levantó e hizo esa acción, y la besó con rapidez. La castaña lo extrañaba, ansiaba sus besos, y no opuso resistencia. La apretó contra él, sintiendo su piel resbaladiza, y besó su cuello con ternura, provocando gemidos en ella. Se separó un poco, tocó sus delicados dedos y los besó igualmente. Hizo espacio para deshacerse de la toalla, pero ella fue más rápida, y se separó. Más que enojada, se fue sumamente triste hacia su gaveta, y, tomando un pijama, dijo:
—No creas que te perdonaré —su voz fue melancólica esta vez.— No estoy enojada contigo, ¿sabes? No guardo esos sentimientos con nadie, solo estoy decepcionada de tus acciones, pero al final fue culpa mía.
—Flaca —dijo a modo de respuesta— yo te quiero de verdad, sé que no actué bien, pero puedo demostrarte que soy diferente.
—No doy segundas oportunidades.
En eso, sonaron unas llaves del piso de abajo, y lo empujó hacia la puerta de vidrio. —Esos son mis padres —advirtió—, vete, por favor, no quiero que esto sea incómodo.
Respiró profundamente, y agachó la cabeza, prometiéndole que no se rendiría con ella, y rodó los ojos.





       

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