sábado, 23 de abril de 2016

Deseo intermitente

Aún tengo intacto el recuerdo de tus labios recorriendo mi cuerpo, y los gemidos haciendo eco en la habitación, tocándonos, amándonos.

Aún no sé si me extrañas, o si tienes un lugar para mí en tu corazón.

Aún conservo ese "te quiero" que ahora suena tan lejano...

Hoy me desperté con un vacío en el pecho inexplicable, un vacío que no sentía desde el día que me enamoré por primera vez, y que ese chico hizo pedazos mis sentimientos.

—Cero ataduras— dijimos al mismo tiempo, creyendo que podría cumplir esa promesa. Ahora, ese "te quiero" que seguramente dijiste por impulso, lo tengo grabado en el pecho.

Como decía, ese vacío en el pecho dificulta mi respirar. Eso siempre ocurre.

Confundir cariño con sexo, en eso soy experta, pero tú has cumplido muy bien nuestra parte del trato, hasta que tienes deseo de mí y salgo corriendo a verte. 

—Hola muñeca— dices al encontrarnos, y solo sonrío. Después de esa maravillosa charla, hacemos lo que siempre queremos, ese motivo por el cual nos citamos en ese hotel de siempre, ya los recepcionistas nos conocen inclusive.

—Te he extrañado— digo entre jadeos, mientras que con fuerza me quitas el brassier. Yo también, y no sabes cuánto—, respondes, y eso me gusta, porque mis ansias ya estaban a punto de desbordarse.

Luego de suspirar por última vez, tomas mi mano y la besas como un caballero, y me confiesas que te despiertas con el mismo vacío en el pecho porque no estoy a tu lado.

—Así me siento— respondo con tristeza, y nos vamos del hotel, una vez más.

...

 Después de nuestro último encuentro, pude tranquilizar mis ansias por ti, y ese deseo intermitente. No sé qué sientes ahora por mí, ni qué secretos me guardas, pero si me llamas, sabes que estaré ahí, para encontrarnos como siempre, y, con suerte, decir que tenemos cero ataduras.





  

3 comentarios:

  1. El autoengaño de la libertad, cuando somos esclavos de nuestros propios deseos aunque no deseemos verlo.

    Muy buen texto. Un saludo dominguero.

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    1. Uno sabe que es esclavo del deseo, pero debemos fingir que somos libres.

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    2. Cierto, es nuestro último consuelo, y no podemos negárnoslo.

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