viernes, 20 de julio de 2012

Muy bueno para ser cierto


Quisiera decir mi nombre, pero dada la magnitud de mi relato, quiero estar bajo perfil, solo sabrán que justo ahora tengo dieciocho años. Déjenme decirles que soy una chica muy sentimental, aunque aparento ser fuerte. Me ilusiono por cualquier tontería y en el amor no es una excepción.
Cuando tenía quince me enamoré, sí, no sé qué tan profundamente, pero lo hice. Todo pasó en una red social, maldita red social, él me agregó a sus amigos, y cuando vi su foto me pareció bastante atractivo. Lo agregué al Messenger (en esa época se usaba), y en la noche empezamos a hablar, ¿loco no? Así sucedió, por largas noches hablábamos de todo un poco, me gustaba mucho decirle mis cosas, esperaba pacientemente la puesta de la Luna para ver si se conectaba. Pasó el tiempo, y ese chico me atraía mucho mas, lloré mucho cuando me dijo que tenía novia. Fue bastante patético saberlo y aún más patético llorar por él, sin conocerlo en persona, pero lo que rayó en lo estúpido fue cuando me dijo que había terminado con ella, porque me dio cierta esperanza, esperanza falsa.
Un día lo cité en un centro comercial, no aguantaba las ganas de conocerlo. Él accedió a verme, mis nervios iban a hacerme explotar. Lo saqué de su trabajo para que fuera a verme. Vi cuando llegó, sabía que era el inmediatamente, sentí el olor de su perfume y me perdí. Conversamos un poco, no podía sostenerle la mirada, sus ojos negros me estremecían. Me tomó la mano, jugaba con mis dedos que permanecían cerrados, sabíaa lo que hacía, porque hizo efecto en mí. Trazó su plan malvado contra mi corazón, y en ese momento me besó. Fue el primero. Lo disfruté, como una niña con una golosina. Rato después se despidió y se fue, dejándome ilusionada, tonta.
Pasó el tiempo y de curiosa fui a su trabajo, al parecer no se molestó, quizás lo incomodé, y me pidió ser su novia. Eso era lo más cerca que he estado de la gloria. Por supuesto acepté y me fui a casa. Hoy me pregunto qué pasó por su mente, si le pareció divertido jugar así conmigo.
Exactamente pasaron tres semanas, me acuerdo como si hubiese sido ayer, y decidió terminar conmigo. La pasé fatal, tenía mi primer despecho. El muy cobarde no dio la cara para decírmelo de frente. Fue en la noche, aprovechándose de mi vulnerabilidad y las ventajas de las redes sociales. Lloré mucho, mientras que el aprovechaba para irse con la otra. ¿Cómo lo supe? Pasaron dos semanas y me dijo que tenía novia nueva. Fue  como un puñal en la espalda, un despiadado movimiento para arrancarme lo que me quedaba de ilusiones. ¿Se divirtió con eso? Él dice que no.
A pesar de todo, seguí viéndolo, no podía aceptar que él no estaba conmigo. Fui a la playa con él, lo besé como nunca antes, y me dejó un amargo sabor en la boca, el sabor de la derrota. Antes de eso lo vi en una cafetería. No lo besé, pero me hubiese gustado, me enseñó una foto de su novia. Bastante patético, ¿no creen? Caí bajo, seriamente.
Pasaron tres años desde aquel episodio, y en Semana Santa decidió aparecerse. Hablamos de nuevo por la bendita red social, y pensé que había cambiado, que quería seriamente algo conmigo, pero soy tan ilusa e idiota que no me doy cuenta de las cosas. La rutina de los mensajes de texto y llamadas no se hicieron esperar. Un lunes, me invitó al cine, y acepté. Nos vimos el miércoles, y se imaginarán, tanto tiempo sin tocarlo me hizo despertar ese cosquilleo, ese deseo. Me dije a mí misma que iba a controlarme, pero no pude. Jugó con mis dedos de nuevo y sus caricias me derritieron cual helado bajo el sol. La gente nos miraba, no podía evitarlo, tenía que poseerlo una vez más, hacerlo mío. Tarde me di cuenta que lo nuestro fue más un capricho, un deseo sexual, nuestras conversaciones no eran nada inocentes. Dentro del cine, el toqueteo era atrevido y sensual, sin importar que nos vieran, al menos todo estaba oscuro. Debo admitir y no está de más decir que besa muy bien. Como si no hubiese sido suficiente, el jueves lo esperé en el pasillo de mi edificio, e hicimos el amor con ropa, a la expectativa de que nos descubrieran. Era domingo y no supe más de él.
Quizás me dirán que fui una estúpida, al no reconocer sus intenciones, pero si hubiesen estado bajo mi piel, se hubiesen percatado de esa electricidad que me dejaban sus dedos al recorrerme.
Todavía lo recuerdo, con resentimiento, porque sus labios no me pertenecen, y yo le di casi todo…


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