Y ahí estaba ella,
lujuriosa, deseosa de sentir las pasiones más profundas, con alcances puramente
carnales…
Ella jugaba con mi
mente constantemente, volviéndome loco con cada paso que daba, con cada pintura
de labios, con cada sonrisa.
Al mirarla, mi mente se
ponía creativa, al imaginarla en un sofá, en una cama, en una mesa, haciéndola
completamente mía…
Esta será la noche, no
dejaré pasar más tiempo, llevaré a la linda enfermera a comer en un buen
restaurante, y será cuestión de tiempo para escuchar sus gemidos… ¿Cómo serán?
¿Fuertes y vibrantes, o suaves y delicados? Aquellas melodías tocarán mis
oídos, sea como sea.
En fin, estaba hablando
de aquella hermosa enfermera que conocí cuando tuve ese accidente de tráfico. Tuve
que usar por un mes una escayola en el brazo, el resto fue unos pequeños golpes
y rasguños.
Cuando la vi apenas
abrí mis ojos, sentí tocar el paraíso; sus dulces y suaves manos, sus ojos
cafés vigilándome, cada apoyo que tuve de su parte cuando me retorcía del
dolor, me ponía frenético por ella, y mis ojos se desviaban por cada curva que
remarcaba su uniforme. Nunca olvidaré cuando posó su culo al frente de mí para
recoger una bolsa médica, ¡mi amigo y yo estábamos muy entusiastas!
Cuando fui a quitarme
la escayola, la invité a una cita, pero se hizo la dura, sin embargo, no iba a
dejar que eso me desanimara y desistiera de mi idea, no podía, sus perfectos
pechos me llamaban a pecar.
—Sabes
que quieres estar conmigo— un yo muy
atrevido jugaba con su confianza de paciente- enfermera—, no iba a rendirme.
—Gracias,
pero no— respondió sutilmente.
—Matas
mi corazón, nena- repliqué. —Otra
vez su sonrisa se asomaba, ¡diablos! Está jugando con lo que queda de mí— pensé.
Una semana después, me
acerqué de nuevo, con otra jugada muy bien pensada, no podía fallar. Un ramo de
rosas, y un agradecimiento sincero delante de sus compañeras, era el plan
perfecto. Sí que lo era.
—Buenas
tardes— me acerqué a la recepción con el
ramo, cosa que deja a la recepcionista
sorprendida—, me llamo Mauro, fui
paciente de Anastasia, quisiera entregarle estas rosas como agradecimiento por
sus cuidados cuando lo del accidente.
El chisme no se hizo
esperar, y Anastasia, como sus otras compañeras, se enteraron de mi pequeño
show para llamar su atención.
—
¿De qué trata todo esto?— preguntó
distraída.
—Son
para ti, tontuela —respondió Carmen—, son de aquel chico.
Al voltear, me vio con
una amplia sonrisa.
—No
te rindes, ¿verdad?
—No
acepto nunca un no por respuesta—
respondí acercándome más.
Finalmente, fuimos a
cenar, y puedo decirles que sus gemidos fueron todo a la vez: vibrantes,
suaves, fuertes y delicados, toda una armonía digna de escuchar.
Este relato está participando por el concurso de relatos eróticos " Fantasías Textuales" en el blog "El círculo de escritores".
Me ha gustado tu relato, es muy natural y podría suceder en la realidad. Un abrazo y suerte en el concurso.
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar :D confirmo contigo en que fue natural, no tardé nada en escribir este relato.
EliminarUna enfermera como la descrita hace que me ponga enfermo de deseo.
ResponderEliminarBuen relato donde también entra el detalle de las rosas y no solo la lujuria
Ya me tienes de seguidor y sigo esperando tu TAG escrito a mano..
Muchas gracias por comentar :D eso quería transmitir, que por dentro se sintiera ese deseo del chico por la enfermera, y veo que lo logré.
EliminarSaludos, y lo tengo pendiente todavía, se me ha olvidado :P
Muy bueno. Las enfermeras siempre han sido un mito sexual.
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias por pasarte y comentar :) Leí su relato y fue muy ingenioso, no me lo esperaba. Saludos.
EliminarGenial. Una historia completamente cotidiana, con un mito erótico como la enfermera. Muy bueno. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar :)
EliminarPor lo visto estos juegos del gato y el ratón son parte de la condición humana. A mí tanta insistencia me rayaría, y tanto sí pero no ya me habría hecho desistir.
ResponderEliminarSaludo!!!
A más de uno, pero Mauro no descansó hasta lograrlo :)
EliminarLos juegos de estrategia del amor no tienen reglas, se trata de obtener lo que se desea al final :) Muy bueno el relato, una historia con visos de realidad muy bien contada.
ResponderEliminarUn saludo!
Muchas gracias por tu apreciación, me alegra de que te haya gustado.
EliminarUn relato ameno y escrito con agradecida naturalidad. No siempre quien la persigue la consigue, pero en el caso de Mauro así fue, su deseo de conquistar a Anastasia se vio felizmente logrado. Erótico simbolismo de la enfermera de pechos y culo de envidia y un desenlace de gemidos dignos de ser escuchados. Muy bueno, Barbara.
ResponderEliminar¡Saludos, Compañera!
Muchas gracias por tu apreciación y comentar :D me alegra que te haya gustado :)
EliminarBien contado Barbara.
ResponderEliminarAlgunas profesiones son fuente de erotismo solo con mencionarlas, las enfermeras entre otras.
Un saludo
Muchas gracias por comentar, me alegra que te haya gustado.
EliminarMe encantó.
ResponderEliminarMuy bien escrito y muy bello.
Un abrazo.
Muchas gracias por comentar, me alegra que te haya gustado.
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